La crisis oculta de la deforestación en Bolivia
Los bosques y otros ecosistemas naturales de Bolivia están siendo devastados debido a la expansión de las plantaciones de soja. Pero con un gobierno centrado en el desarrollo económico y la poca presión de los consumidores que exigen productos libres de deforestación, las posibilidades de acción se ven lejanas.
Vista de pilares de piedra natural, Chiquitania, Bolivia. Foto por Aleksei Glustsenko
Las tasas de deforestación en Bolivia han aumentado un 259% en los últimos ocho años principalmente debido a la expansión agropecuaria. Únicamente en 2022, Bolivia perdió casi 596.000 hectáreas de bosque y tiene la tercera tasa de pérdida de bosque primario más alta después de Brasil y la República Democrática del Congo. Lo más preocupante es la expansión de las plantaciones de soja para satisfacer la creciente demanda de alimento para el ganado.
Casi tres cuartas partes de la deforestación reciente se han producido en el departamento oriental de Santa Cruz, donde se encuentra la mayor parte de la producción de soja de Bolivia. Además, la región alberga la Chiquitano, un bosque seco que recibe su nombre del pueblo indígena que lo habita, y un rico bioma que incluye borochis, nutrias gigantes y armadillos. Casi el 19% de la deforestación de la Chiquitania se debe a la expansión de la soja.
Los nuevos datos de Trase publicados en agosto muestran que la producción de soja en 2020 estuvo vinculada a 77.090 ha de deforestación y conversión, aumentando a 105.600 ha en 2021. La intensidad de la deforestación vinculada a la expansión de la soja en Bolivia es mucho peor que en otros países de Sudamérica. En 2021, se talaron 31,8 hectáreas de vegetación nativa por cada mil toneladas de soja producidas en Bolivia; cinco veces más que Paraguay, siete veces más que Brasil y 30 veces más que Argentina.
Comprender el problema de la deforestación en Bolivia
La razón más importante es política. El Gobierno boliviano está fomentando la expansión de las plantaciones de soja para satisfacer la creciente demanda de exportación a través de la creación de un marco regulatorio más favorable. Por ejemplo, se aumentaron las cuotas de exportación de soja y la asignación de uso de tierras de las zonas forestales para permitir la agricultura, como en el departamento de Beni. En 2022, el Gobierno boliviano implementó un programa para desarrollar biocombustibles en el que está invirtiendo alrededor 700 millones de dólares. Esto podría aumentar en gran medida la demanda de soja y, potencialmente, promover aún más la deforestación y la conversión de tierras.
El Gobierno boliviano ha concedido una cantidad cada vez mayor de permisos para deforestar tierras para la producción de soja, y ha aprobado retrospectivamente la deforestación de tierras que fueron taladas sin permiso (vea la figura). Muy rara vez se penaliza la deforestación ilegal, y cuando se hace, las multas son insignificantes, de 0,2 dólares por hectárea en comparación con los 200 dólares por hectárea en países vecinos.
Otras razones son económicas. La industria de la soja en Bolivia es mucho menos productiva que en otros países. En Bolivia, el rendimiento de la soja se encuentra cerca de 2-2,3 toneladas por hectárea, mucho menos que las 2,7-3,5 toneladas por hectárea producidas en Brasil, Argentina y Paraguay. Esto significa que se requiere más tierra para producir soja. Los préstamos de bancos bolivianos son fáciles de conseguir para financiar la expansión de la producción de soja. La especulación con la tierra también promueve la deforestación, en parte para compensar las menores ganancias obtenidas de la producción de soja. El desmonte se utiliza como una forma de asegurar la tenencia de la tierra.
Terminar con la deforestación en Bolivia
Las posibilidades de acción para terminar con la deforestación y transitar hacia una agricultura sostenible se ven remotas. Bolivia no está entre los 145 países que firmaron la Declaración de los líderes de Glasgow sobre los bosques y el uso de la tierra para detener y revertir la pérdida de bosques y la degradación de la tierra para 2030. En agosto, Bolivia se unió a otros ocho países sudamericanos en la firma de la Declaración de Belém sobre deforestación, pero se opuso a establecer un objetivo en conjunto para lograr la cero deforestación.
Un país como Brasil, con sus enormes exportaciones de commodities a la UE y China, está en el centro de la atención internacional por la deforestación, especialmente en la Amazonia. En cambio, Bolivia que es un país sin salida al mar, pasa desapercibida. La mayor parte de la soja boliviana se consume localmente, mientras que Colombia y Perú son sus dos mayores mercados de exportación. Poco o nada de la soja boliviana se exporta a la UE. Esto significa que la normativa de la UE sobre deforestación no supone una presión significativa de la cadena de suministro sobre los productores bolivianos de soja para que dejen de talar bosques para nuevas plantaciones de soja.
Si Bolivia decide actuar, su Gobierno debe dar tres pasos clave. El primero es introducir un sistema de gobernanza eficaz del uso de la tierra con un estricto proceso de concesión de permisos y sanciones adecuadas para la deforestación ilegal. Segundo, debe establecer un requisito de debida diligencia para que los comerciantes de soja demuestren que no se abastecen de zonas deforestadas ilegalmente. También debería instar a los comerciantes de soja a comprometerse a asumir compromisos ambiciosos para detener la deforestación en sus cadenas de suministro. Tercero, debe garantizar que políticas como la de los biocombustibles se apliquen de forma que no provoquen más deforestación.
Stanislaw Czaplicki Cabezas es un economista medioambiental independiente que ha trabajado para WWF, Climate Focus y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura.
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